jueves, 5 de marzo de 2015

El puño




Cuando nacemos, cosa curiosa, tenemos los puños fuertemente cerrados, como tratando de no soltar, lo que indiscutiblemente se nos escapará de las manos, cada día de nuestras vidas.
Comenzamos por agarrar fuertemente la ropa de nuestra madre, cuando recibimos su pecho, después serán nuestros trapos de juego, juguetes sonajas etc. 
Pasamos a nuestros primeros pasos, con la mayor inseguridad y nos agarramos de las andaderas, paredes, de la ropa de quien pasa cerca de nosotros. Llega el primer día de escuela y parecemos lapas aferrados a nuestra mamá, quisiéramos ser pulpos para  no soltarnos. Pero ni modo, es la ley de la vida y tenemos que soltarnos. 
Así seguimos los años, ahorramos las monedas del domingo que nos dan nuestros padres, y sufrimos cada que necesitamos aflojar el puño, para pagar el dulce o juguete deseado. Seguimos creciendo y sentimos cada día que somos más fuertes, que estamos dominando el mundo y sin darnos cuenta, conforme pasa el tiempo, vamos relajando las manos, empezamos a perder esa fuerza que teníamos a nuestra edad temprana. Ya ni el dinero lo podemos apretar, pues en cuanto llega, ya tiene otras manos  que lo están esperando y por más que cerremos el puño, tendrá que irse.
Nos pasa con muchas cosas de la vida, que en determinada etapa de ésta, creemos que siempre estarán ahí, pero cada día se escaparán de nuestras manos, sin que de momento nos demos cuenta Esto pasó con las piedras bonitas de cuarzo, pirita, fósiles y muchas más, que junté en los cerros, que visité durante muchos años. O los caracoles, estrellas de mar y hermosos corales de diferentes colores, que me encontraba en la playa. Fue fácil regalarlas a mis amigos, pensando en que yo podía tener más cuando yo quisiera, hasta que un día empecé a extrañarlas,  vi que no tenía una sola, y que quizá,  nunca volvería a visitar nuevamente esos lugares, lo cual no podía creer, pues eran muchas las que en un momento tuve. Ahora paso por los museos y  veo con tristeza  que no supe guardar alguna para mí.
Me pasó igual con el puño de amistades de mis etapas de la vida, relajé mucho el puño, y se fueron esfumando. Y al igual que mis piedras, siguen existiendo, pero ya no están a mi alcance. Creo que no supe hasta donde relajar mi puño, creí que mis familiares y amigos siempre estarían conmigo, perdí la fortaleza y cada día los veo más distantes. Y viendo viejas fotos reflexioné sobre este punto.
Fue entonces que pensé… ¡óigame no!  Debo retener muchas cosas, antes de que queden dispersas por la vida, trataré de cerrar fuertemente mi puño, para que mi vida tenga un buen sentido, para que los que me rodean, sientan que hay un puño firme. Para sentir seguridad en las tares diarias, para que la mente este tranquila y libre, para emprender nuevas tareas.
 Consiente siempre, de que estamos en la vida y nos escurrimos lentamente como la arena en el puño, que aunque apliquemos toda la fuerza seguirá escapando.


HASTA LA PRÓXIMA

LA PATRUZKI
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