Hace algunos años, nos fuimos a vivir por un tiempo a un
pueblo de Chihuahua. Con su calle principal llena de árboles de nogal por los
dos lados, que en el verano están verdes llenos de hojas y en el invierno
parecen estar secos, sin hojas y blancos
por la nieve.
Nosotros llegamos en verano y el pueblo se miraba
bellísimo.
Como en el pueblo no había periódico, se me ocurrió hacer
una revista semanal y nos pusimos a buscar una casa en renta. Que estuviera
amplia, para destinar un cuarto sólo para
la revista.
Caminando por la calle principal, miré una, que solo al verla por fuera me
gustó, era en un segundo piso, con dos ventanales al frente. Pregunté en las
casas vecinas y me dijeron, que era de una ancianita que vivía en el primer
piso, pero que nunca la había querido rentar, que me olvidara de ella. Pero
como soy muy terca y me gustó tanto, fui a preguntarle.
Toqué la puerta, alguien me contestó - Esta abierto, pasa-
entré despacito y la miré acostada en
una cama antigua de metal, era una ancianita muy bonita, blanca y sonrosada de sus
mejillas. Me presenté, le platiqué un poco sobre mi vida y de mi proyecto de
la revista. Así que le pregunté si me podía rentar la casa, se me quedó viendo
un rato y sonriendo me dijo
-A ti si te la voy a rentar-
Casi brinco del gusto, pero me aguanté. La ancianita sacó
unas llaves de un buró que tenía por un lado y me las entregó, yo estaba un
poco incrédula , le pregunté cuánto costaría la renta, volvió a sonreír y me
contestó.
-Tu no te preocupes, te la voy a rentar en 300 pesos (en
ese tiempo las rentas estaban como a 1500 pesos), y si te hace falta algún
mueble, aquí tengo muchos-.
Le di las gracias y salí volando, saltando como chapulín, a
buscar a mi marido, que estaba en la casa de su familia.
Fuimos a verla inmediatamente, yo estaba emocionadísima,
y no me equivoqué. Era una casa hermosa con tres recámaras, sala, cocina,
comedor, estancia, cuarto de lavar, 2 baños (uno en el cuarto principal amplio
y con tina y el otro a un lado del cuarto de lavar) por último, una terraza en
la parte de atrás.
Para esa noche ya estábamos instalados en nuestra "mansión".
(Fácil, pues casi no teníamos muebles)
En la estancia, acomodé mi computadora y una
copiadora grande que renté para sacar
el “tiraje” de mi revista, así que todo quedó listo para iniciar mi gran
proyecto.
Al día siguiente, fui a las casas comerciales, para pedir
su patrocinio para poner anuncios. A donde quiera que llegaba me recibían con
beneplácito, les agradaba la idea que elaboráramos una revista. También fui a
concertar citas: en el municipio, la unión ganadera,
comisión del agua etc; para hacer entrevistas
Los fines de semana asistíamos a las bodas, bautizos y cumpleaños. Mi hijo, que ya estaba en la reparatoria era el fotógrafo.
Tuvimos la fortuna de asistir al certamen de señorita Chihuahua, en una hacienda cercana al pueblo, fue una experiencia maravillosa.
Todo estaba perfecto, transcurrió un mes y fui a pagarle
la renta a la ancianita. La encontré enferma,y me platicó que la señora que le
ayudaba, nomás iba dos veces por semana, así que no había ni desayunado.
Me preocupé mucho, me fui rápido a prepararle desayuno. Le dije a mi hijo que bajara conmigo, para que le acomodara el teléfono, en el
buró que tenía al lado de su cama.
Me quedé con ella hasta que terminara de desayunar y que
mi hijo le pusiera el cableado para el teléfono, la ancianita miraba con amor a
mi hijo y me dijo -Que hijo tan bueno tienes.-
Le di las gracias y le dije a la ancianita, que cuando se
le ofreciera algo me hablara por teléfono, le dejé apuntado mi número y nos fuimos.
Frecuentemente, cuando hacía la comida le preparaba un
plato y bajaba a llevárselo. Así pasaron unos meses. Hasta que un día, que mi marido
había salido fuera de la ciudad, me
empecé a sentir muy mal en la noche, tenía mucha temperatura y en mi delirio,
miraba a un señor muy alto, con uniforme color kaki y un sombrero redondo, como
los que usaban los sheriffs de Estados Unidos. Toda la noche lo miré dar
vueltas a la cama.
A la mañana siguiente, al levantarme, pensé que todo había sido un sueño y no le
tomé importancia, porque yo no creía en fantasmas.
Después de unos días, estábamos reunidos mis hijos y yo
platicando en la sala. Mi hija más grande, me dijo que en las noches, sentía como
que alguien se sentaba en su cama, pero que al abrir los ojos no miraba a
nadie, entonces mi hijo comentó, que no
me quería decir, pero que había visto a un señor grande, con uniforme y botas
negras, mi niña mas chica nos contó que un día, cuando estaba durmiendo en la
tarde ,al despertar lo había visto por la ventana en la terraza.
Traté de
tranquilizar a mis hijos, les dije que se lo estaban imaginando (claro que no
me creyeron) y que no lo comentaran con nadie, para que no dijeran que
estábamos locos
Pasaban los días y de vez en cuando lo mirábamos, pero
tratamos de ignorarlo, al fin y al cabo, daño no nos hacía.
Un día fue un hermano de mi esposo a visitarnos,
estábamos en la cocina tomándonos unas cervecitas,
cuando nuestro fantasma pasó por la puerta de la sala
¡Achis achis! - dijo mi cuñado – Pos qué fue eso-
Corrió a asomarse a la sala y ya
no vio a nadie
-¡Nombre! ¡Si era el General!-
Regresó a sentarse y nos platicó,
que en ésa casa vivió un General, que era el papá de la ancianita que vivía
abajo, y que se comentaba en el pueblo que miraban su fantasma, pero que él nunca
había creído en esos cuentos.
Ya no quiso quedarse y se fue
asustadísimo.
Les dije a mis hijos que seguramente el General nos
estaba cuidando. Nunca tuvimos miedo y nos acostumbramos a verlo de vez en
cuando, en diferentes lugares de la casa.
Una noche, mis hijos mayores que
dormían en los dos cuartos de enfrente, salieron asustados, porque el General
los había despertado.Y en el preciso momento, en que mis hijos terminaron de contarme lo que les pasó, empezamos a oír que estaban
apedreando la casa. Yo pensé que eran represalias, porque había publicado un
artículo en la revista, sobre algunas personas que trabajaban en el Municipio, que no les era muy favorable. Ya me habían comentado que me iban a llamar la atención, pero no me importó. En
eso estaba pensando, cuando una piedra grande entró al cuarto de mi hija,
rompiendo unos de los ventanales, cayendo los vidrios en la cama, nos
agazapamos en un corredorcito que separaba los cuartos y la sala. Llamamos a la
policía y ahí estuvimos hasta que se detuvieron las pedradas. Después nos enteramos que había sido un pleito entre
pandillas.
Cuando ya estábamos tranquilos comentando el incidente, llegamos a
la conclusión, que en verdad el General nos cuidaba.
Nos fuimos después de un año del pueblo, por cuestiones de
trabajo de mi esposo , al tiempo, me enteré por una amiga, que la ancianita no
quiso rentarle la casa a nadie y murió como a los dos años de que nos fuimos de
ahí.
Siempre recordaré ese año que vivimos en ese pueblito, mi
revista, y que tuvimos el privilegio de
tener un encuentro con el General
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HASTA LA PRÓXIMA
LA PATRUZKI
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